8.10.13

LA MALDITA BANALIDAD DEL PP


No me gusta personalizar, pero en este caso poner nombres es inevitable porque la trágica deriva del pasado siglo XX se saldó con juicios a los culpables con nombres y apellidos en Nuremberg, en Jerusalén años más tarde al nazi huido a la Argentina, Karl Adolf Eichmann, o en los más recientes, a los líderes carniceros de la guerra de la ex Yugoslavia. Pero ahora, con la experiencia histórica, no tendríamos que aguardar a un futuro que condenara a los culpables de esta crisis, cuyo devenir puede ser tan negro o más que los horrores vividos por nuestros padres y abuelos en Europa.

 

La actualidad del film de Margarethe von Trotta sobre Hannah Arendt me sirve de argumento para lo que aquí quiero expresar. La filósofa judio-alemana asistió al juicio en Jerusalén del nazi Karl Adolf Eichmann para enviar sus reportajes al New Yorker. La compilación de todos aquellos artículos la podemos leer en ‘Eichmann en Jerusalén o un estudio sobre la banalidad del mal’. Su tesis fundamental es que aquel oscuro funcionario de las SS –que ‘gestionó’ la deportación de cinco millones de judíos a los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra- no era tanto un monstruo asesino como el típico burócrata afanoso y obediente que, según él, “nunca había tenido nada contra los judíos”. Su entusiasmo por la “solución final” estaba alentada por aquella locura colectiva de los seguidores de Hitler: “En su vida monótona, vacía de sentido, desprovista de importancia, había soplado el viento de la Historia”, escribía Arendt. Sus alegaciones siempre se remitían a que obedecía órdenes y, por tanto, no se sentía responsable. Él sólo cumplía con su deber.

 

Sin intención alguna de comparar a un personaje con otro en su dimensión humana, el perfil de Rajoy me recuerda en la misma actitud de obedecer normas. La diferencia es que este personaje, igual de oscuro y mediocre, es Presidente de un gobierno que está deportando a millones de ciudadanos al paro, a la miseria, a la ignorancia, a la emigración y a la enfermedad. Él nunca ha matado a nadie con sus propias manos, como Eichmann. Y cuando la Historia quiera juzgarlo, él responderá, igual que el nazi, que obedecía a Merkel, al BCE, a la Comisión Europea. Si es así ¿por qué no dimite? ¿Qué pinta él en semejante cargo? Claro que la actitud de nuestro Gobierno no es sólo la de cumplir normas por cumplirlas. Aún recuerdo una declaración de Gallardón que decía: “No hacemos todo esto por obligación, sino porque estamos de acuerdo”. Se refería a los recortes y al desmantelamiento de lo público. Yo diría que están felices de tener una disculpa poderosa.

 

Estamos rodeados de tragedias humanas o nos golpean ya de lleno, pero no importa. Ana Botella, que vende el “relaxing cup” hacia el exterior, acaba de soltar que “hay que cumplir la ley aunque suponga un auténtico drama para las personas”, también igual que Eichmann, pero más banal si cabe. ¿A qué leyes se refiere? ¿A las que ellos confeccionan para salvar al capital caiga quien caiga? ¿A las leyes que están dispuestos a cambiar para el carísimo ‘puticlub’ de Sheldon Adelson con disfraz de casino?

 

Los intereses que pagamos por el rescate de los bancos expoliados por sus directivos ascienden ya al presupuesto para todos los ministerios. ¿Por qué no se niegan a pagar como lo hicieron algunos gobiernos latinoamericanos cuando les tendieron la misma trampa? ¿Por qué no inhabilitamos a políticos cuyo máximo interés es privatizar lo público, que constituye una contradicción en los términos? ¿Qué hace ahí una Mato, cuyos obedientes afanes consisten en desmantelar el sistema público de salud y arruinar o matar a los enfermos crónicos, a desahuciar a los sin papeles? ¿Qué significa la banalidad de un Wert que parece divertirse con la liquidación de la investigación, la subida de tasas universitarias, la restricción dramática de becas o la eliminación de las ayudas de comedor o de libros?

 

¿Y qué me dicen de un Gallardón –príncipe de las tinieblas, como lo definió Llamazares- impidiendo con sus tasas el acceso a la justicia de los más pobres, catapultándonos a la caverna en lo referente al aborto o a una custodia compartida sin discernimiento entre padres y padres? ¿O un Cañete liberando nuestras costas a la depredación inmobiliaria mientras sabemos que el nivel de los mares puede subir casi un metro de aquí a fin de siglo? ¿Qué malsana intención anida en la aniquilación de las energías alternativas cuando éramos líderes en esas tecnologías?

 

El zorro no puede estar guardando las gallinas. Y Rajoy es un zorro en el gallinero. No tanto por su banalidad, como por la maldad que supone su banalidad, su falta de visión de futuro y presente, su idiota obediencia a los grandes, su abandono de la ciudadanía y sus mentiras, sus clamorosas mentiras. Hay que montar un Nuremberg ya, un Nuremberg simbólico, ahora mismo, antes de que la situación sea irreversible. Toda la ciudadanía deberíamos participar en ese macrojuicio como acusación particular y testigos de cargo.

2 comentarios:

Carlos de la Fé dijo...

Gracias por esta magnífica reflexión. Hay comparaciones que no son odiosas sino necesarias.

Victoria Sendón de León dijo...

GRACIAS A TI POR TU RECONOCIMIENTO.