9.7.06

LA FAMILIA S.A.

LA FAMILIA S.A.

En España el circo está asegurado: da igual la familia que las fallas. La verdad es que no estaba predispuesta a adentrarme por este camino, pero se me ha ocurrido poner la “tele” y, claro, he podido contemplar toda esa parafernalia papal. Con eso y con unas cuantas declaraciones de nuestros prelados leídas en los diarios de estos días, el círculo se me ha cerrado en el neocórtex y se me ha hecho la luz.
Me pregunto, sobre todo me pregunto, qué tiene que ver la familia en sí con estos fervorines multitudinarios de los que se dicen seguidores de Jesús de Nazaret. Más bien me parece tema de un Congreso de Antropología que del cristianismo. Visto desde ojos inocentes como los míos no doy crédito a tantas contradicciones. ¿Cómo es posible ese entusiasmo familiar por parte de hombres y mujeres que tienen prohibido por el derecho eclesiástico formar familia alguna? ¿Cómo pueden decir –lo estoy oyendo- que en la familia el ‘hombre’ (literal) alcanza su plenitud humana? ¿A santo de qué ciegan para ellos ese camino de plenitud? ¡Qué lío! Que lío cuando contemplo pulular y susurrar todas esas sotanas negras, ceñidas con fajines púrpura, el color de la Diosa. ¿Por qué van vestidos de sacerdotisas? ¿De qué pretenden apoderarse?
Mis preguntas son infinitas. ¿No fue Jesús de Nazaret el que respondió así a una demanda familiar?: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?... Estos son mi madre y mis hermanos”, dijo dirigiéndose a quienes le escuchaban. ¿No fue él quien aconsejó a un joven que dejara a su padre y a su madre, que vendiera su herencia y la diera a los pobres para poder unirse a su tropa? No parece que la familia le inspirara una especial devoción. Es más, lo acaba de citar el Papa: “No hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos”… Sus amigos, dijo Jesús, no su mujer ni su marido ni sus hijos. Curioso.
El mismo Pablo de Tarso, al que se considera el fundador real de la iglesia, despreciaba prácticamente el matrimonio, que considera como una concesión a la concupiscencia: “Más vale casarse que abrasarse”. Y no digamos “el padre” de todos esas criaturitas con mochilitas, gorritas y banderitas “corteinglés”, que ensayan todo tipo de
posturitas, palmaditas, rigodones, aullidos de “fans” y lemas chorras, como Be-ne-dic-to, plas, plas, plas. Sí, ese padre, Don Josemaría ¿no era el que llamaba a los casados “clase de tropa” mientras los elegidos permanecían célibes?
Parece, hoy en Valencia, que la familia no había existido antes de que la iglesia la hiciera sacramento; que la familia de otras culturas y otras religiones no es familia, sino tribu o algo salvaje; parece que acaban de registrar “La Familia S.A.” como propiedad de la iglesia católica. Pues nada, que se la queden. No problem.
Si a todo esto le añadimos los disparates y tonterías que han dicho recientemente los obispos españoles, aquí y acullá, la verdad es que pierdes la inocencia y empiezas a comprenderlo todo. Esta multitudinaria puesta en escena no es más que un acto político, una gran manifestación de “poder” frente a este gobierno laico, ateo y republicano que persigue a la iglesia porque quiere que se autofinancie, porque quiere quitar la religión de las escuelas, porque … da igual. No saben qué decir, como Aceves, que se sale y sólo quiere fulminar al pobre Zapatero, cabeza de turco de sus frustraciones. El arzobispo de Burgos va y suelta tan tranquilo: “La familia es atacada con odio por toda una corte de becerros del poder, del dinero y del placer que no toleran que sea un dique de contención ante quienes van contra la ley natural” (sic). No se entiende mucho que los de la ley natural la ataquen, ya que lo que quieren es casarse y formar más y más familias, pero ¡ah! no católicas, y eso no lo pueden consentir quienes tienen la patente, el “copy right”, los derechos de antena… ¡qué se yo!
Y el tal Blázquez, que diría Arzallus porque el pobre no tenía apellido abertzale y lo mandaron a Bilbao, ha comenzado a desvariar, arremetiendo contra la sociedad española que no ha acudido a “sus” manifestaciones, “Y esa es la señal de que la sociedad española está apagada, moribunda, y no se siente responsable de su propio futuro”. ¡Vaya por Dios! Somos becerros, estamos moribundos…, pero ¿en qué quedamos? Hace unos días la conferencia episcopal afirmaba que “España está sumida en un exasperado pansexualismo”…. No estaremos tan moribundos…
Mientras veía en la tele semejante espectáculo, tan ajeno al drama cristiano, tan ajeno a la profundidad del misterio, tan político y tan poco espontáneo, sólo esperaba que en cualquier momento alguien gritara: ¡Vota PP! No hizo falta: estaba implícito. Vuelve el nacional-catolicismo. Estado laico, por favor.
CASANDRA