9.4.13

LOS CUERNOS


                                  
“Poner los cuernos” constituye una frase recurrente en el idioma español y significa –como todo el mundo sabe- ser infiel a la pareja. Normalmente se refiere a la infidelidad de la mujer al marido, porque a la inversa no tiene gran importancia ni mancilla el honor de nadie porque las mujeres no tenemos eso, o sea, honor. Claro que ahora, que ya vamos conquistando ciertas prerrogativas, también podemos ser cornudas. ¡Hurra!

         La cosa viene de antiguo, nada menos que desde el Génesis cuando nuestros primeros padres estaban en Edén cazando mariposas. Hete aquí que a Eva se le ocurrió saber más de la cuenta y se lió con el demonio en forma de serpiente. Ya saben, se comió la manzana que le abrían los ojos del conocimiento y le puso a Yávéh los cuernos, referidos a los apéndices con los que se representa a ese ‘daimon’.

          En el mundo pagano y clásico, Penélope le fue infiel a Ulises con el dios Hermes y concibió al dios Pan, un sátiro también con cuernos. Y lo mismo sucede con Pasifae, que copula con un gran toro blanco y concibe al Minotauro, otro ser cornudo, que pone de manifiesto su infidelidad a Minos, rey de Creta. Total que eso de los cuernos debe de estar muy arraigado en el inconsciente colectivo, ya que perdura hasta hoy mismo.

         En la lengua castellana también existen dichos referentes a los cornudos, como: ‘Maridos que se ausentan, cornamentan’ o ‘Si quieres ser cornudo vete de caza a menudo’. Ahora el ‘a menudo’ se puede aplicar al fútbol, de copas, al trabajo ‘full time’, también de caza a Boswana o a la Mancha. En fin, que hay muchas posibilidades.

        

         Los cuernos de los que quiero hablar hoy se refieren a la cornamenta que nos está creciendo a la CIUDADANÍA por parte del GOBIERNO actual. Un Gobierno muy promiscuo, por cierto. Ya lo sabemos, ya nos hemos enterado, tenemos testimonios y artículos, juicios y protestas que lo ponen de manifiesto. El Gobierno nos pone los cuernos con la Merkel, otra seductora germana que últimamente están muy de moda; con la Troika –o sea, con un trío en una orgía colectiva- no tan excitante como se supondría, visto el poco atractivo de un tal Draghi que lleva la batuta, con grandes corporaciones que nos sacan los cuartos y nos dictan leyes a través de sus ‘lobbies’: las farmacéuticas, los bancos, las energéticas, las petroleras, los intermediarios, los promotores… en fin, un montón de felonas que lo tienen cautivado. Lo sabemos todo. Lo peor es que estas juergas nos están dejando en la ruina. Otro montón de proxenetas hacen de intermediarios. Cada vez que nuestros ministros o el jefe se van a Europa nos tememos lo peor. Se van con la visa oro y vuelven pelados. Piden créditos y se los gastan en unas y otras: la Banca es la más favorecida, que encima nos chulea. Y ya no nos queda ni para ir al super a comprar macarrones. 

         Este Marido de ahora es de lo más infiel que darse pueda, y eso que venía con carita de niño de primera comunión. Encima se va a ver al Papa ¡el muy hipócrita! Nos está dejando sin casas, sin dinero para el colegio de los niños o para ir al hospital. Está vendiendo todas nuestras casas y fincas, hasta los montes, porque la verdad es que hace poco éramos una familia muy solvente, pero nos vamos a tener que tirar a la calle. Las malas compañías los han pervertido, pero el Gobierno-marido se pavonea de sus amistades, de su influencia. El muy felón tenía cuentas ocultas que ahora van saliendo. Pero ¡el colmo! ahora intenta que nos prostituyamos para seguir con sus juergas, por eso nos han puesto unas leyes propias del esclavismo sexual con un trabajo día y noche con cualquiera que nos quiera abusar.

         La verdad es que nos casamos con este Gobierno porque nos juró fidelidad y nos ofreció el oro y el moro, prometiéndonos una eterna luna de miel desprestigiando al otro pretendiente, causa de todos nuestros males. ¡Qué desfachatez! ¡Si era un santo a su lado! Lo peor es que no nos quiere dar el divorcio, pero ya estamos haciendo los papeles. Uno de estos días cambio la cerradura y le pongo los cuernos. ¡Lástima que no haya todavía un pretendiente a la altura!