19.10.06

¡QUE VIVA CELIA!

¡QUE VIVA CELIA!

Sí, que viva. Suena a chiste de Pancho Villa, pero es lo que he pensado cuando esta mañana leí en un diario la concesión del Premio Nacional de Ensayo a esta luchadora feminista y reconocida filósofa, Celia Amorós Puente.
He de confesar que aún no he leído la obra por la que ha sido premiada, “La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres”, que va a ser mi próxima lectura urgente. Sin embargo, en varias ocasiones he escuchado a Celia hablar sobre el tema, que ella misma plantea como una “progresión teórica” respecto a la crítica del pensamiento de la diferencia sexual. Realmente ha sido un asunto obsesivo abordado por Celia durante muchos años, por lo que deduzco que este tipo de feminismo le resulta en exceso peligroso. A mí siempre me pareció una exageración, pero de un tiempo a esta parte empiezo a pensar que Celia atisbó sus letales consecuencias.
Siempre he abogado por distinguir los feminismos de la igualdad y de la diferencia, pero admitiendo que ambos son necesarios y no opuestos ni irreconciliables. No obstante, últimamente, y a medida que va perfilando más su actuación, un cierto “feminismo de la diferencia sexual” no me parece ni necesario ni complemento de nada, sino un horror y un error teórico, que se comporta igual que una secta. Me refiero al feminismo de la diferencia importado desde Milán: prefiero no nombrar a nadie. Creo, por tanto, que será muy oportuno leer el libro de Celia que, sin duda, aportará luz a la polémica cuestión.
Parecerá extraño que una “feminista de la diferencia” se posicione junto a Celia en su crítica, pero es que una cosa es basar todo un modo de ser feminista en la “diferencia sexual”, y otra es postular el feminismo como una teoría política cuyos postulados se basen en “el pensamiento de la diferencia”. Si nos remitimos a la pura diferencia sexual, resulta que esa diferencia no es más que un hecho objetivo, lo dado, mientras que la igualdad sería producto de una construcción social, de una conquista, de una lucha. El “pensamiento de la diferencia” estaría del lado de este último, pero pasando por la crítica del Sujeto, que no es más que un “subjectum” sujetado a todo el mundo simbólico y axiológico del patriarcado. El feminismo de la “diferencia sexual” podría ser algo así como un sofisticado hembrismo.
De todos modos, lo que me resulta muy gratificante es que, por primera vez, se otorgue semejante premio a un ensayo feminista. A veces he leído las obras premiadas y eran de lo más mediocre, sin que nuestras lumbreras académicas se animaran a fijar su atención sobre la abundante e interesante producción teórica feminista. En nuestro acomodaticio desierto de ideas, el pensamiento feminista ha florecido como un oasis al que no se ha tenido en cuenta. Incluso me malicio que se lo ha ignorado intencionadamente porque, tal vez, ponga en un brete la repetición y glosa de “lo mismo” frente a la pasión por el conocimiento de “lo otro”. Con el Premio otorgado a Celia, el movimiento y el pensamiento feministas nos sentimos algo más reconocidos. ¡Que viva Celia!
Enhorabuena, compañera, hermana.
CASANDRA