18.11.07

YA ESTÁN AQUÍ

YA ESTÁN AQUÍ

Cuando el otro día me encontré con una invasión de moscas en mi propia casa, me acordé de una frase que me impresionó, por su tono y significado profundo, que me espetó una experta en hongos mexicanos, allá por el verano del 92. Andaba yo con otra gente frente al Tepozteco, el monte mágico que domina la ciudad de Tepoztlan, en una finca particular que tenían alquilada unas amigas. Nos habíamos preparado concienzudamente para tomar los sagrados hongos del lugar, que para mí significaban algo así como el “broma theon” de los misterios de Eleusis o “alimento de los dioses”. Hacía como media hora que los había ingerido y no sentía nada, apoyada en el tronco majestuoso de un laurel salvaje. Se acercó la “experta”, que estaba sobria para controlar, y musitó con suavidad ¿qué sientes?, cuando en ese instante comencé a experimentar una especie de mareo como si estuviera embarcada, lo que le comuniqué medio escéptica, pues ya empezaba a sospechar que nos habían vendido champiñones. Ella, complacida, me dijo: “Ya están aquí”, sin que yo preguntara ¿quiénes? ¿quiénes están aquí?. Pero comprendí: los genios y dioses habitantes del Tepozteco ya habían hecho su presencia en mi espíritu.

Lo de las moscas me hizo regurgitar aquella sensación de “ya están aquí”, cuando un violento enjambre, que no se sabe de dónde salió, pero que no entró por puertas ni ventanas, que estaban cerradas, me invadió. Las maté a golpe limpio y con un insecticida aborrecible, pero que me salvó el pellejo. Cuando ya estaban muertas, el suelo del baño, de mi despacho y del pasillo estaban negros. Aparecieron de repente. ¿De dónde salían? Estaban como locas cabeceando contra los cristales queriendo salir hacia la luz, y pegadas al techo zumbando sin parar. “Ya están aquí”, pensé: éstas son las emisarias de los jinetes del apocalipsis. En breve serán moscas tsé-tsé, mosquitos de la malaria o langostas del desierto. Sentí que a los acomodados occidentales se nos iba a pique nuestra aséptica civilización. El cambio climático no es ninguna broma, sobre todo porque va rapidísimo. Ahora que vivo en el campo lo noto de modo evidente. El jardín está cuajado de rosas como si estuviéramos en el trópico, los ciclos de las cigüeñas han cambiado, las temperaturas son demasido apacibles y luego bajan drásticamente, en las costas más cercanas aparecen los tornados. Pues sí, no tiene nada nuevo que contar Al Gore que no pueda percibir una mirada atenta.

Hace muy poco estuvieron reunidos con Gore la plana mayor del PSOE de Andalucía en Sevilla. Hoy me encuentro con que la última ley del suelo, el POTA, que frenaba un poco el horror del urbanismo salvaje, se la han jugado a las canicas con promotores y constructores, que han ganado la partida y conseguido “flexibilizar” todo lo que a esos gansters les hacía pupa en el bolsillo. ¡Cómo se puede jugar con nuestro futuro delante de nuestras narices y quedarse tan contentos! ¡Cómo puede escenificar la apoteósis del espíritu ecologista una gente carente de interés por el equilibrio ecológico, por el paisaje, por el bienestar mínimo de la ciudadanía! ¡Cómo se puede pedir el voto para seguir haciendo de Andalucía un horror in crescendo! No me vayan a interpretar que hay que votar al PP: ¡muchísimo peor! (si es que cabe). “Ya están aquí”, me digo una y otra vez. Cuando esto sea irreversible, que ya lo es, los políticos no se podrán ir de rositas. En la próxima escribiré sobre estrategias porque esto no va más. La suerte está echada.

CASANDRA