Me entero de que ahora se llama Aixa. Pues sí, Alicia Gámez, la cooperante catalana que fue secuestrada en Mauritania por Al Qaeda, resulta que se ha convertido al Islam. Me temo -si esto es verdad y no propaganda- que la chica se ha enamorado de uno de sus secuestradores. Para las mujeres esa situación es la que procliva el síndrome de Estocolmo. Pasa lo mismo con las chicas etarras, que se echan un noviete de la 'kale borroka' y terminan con la vida destrozada en una prisión perdida.
Lo grave es que esa situación cambia en las circunstancias, pero no en su esencia en muchas relaciones de las jóvenes actuales. Parece que el síndrome está más extendido de lo que se supone. La sociología está constatando que muchas adolescentes y jóvenes viven sus relaciones amorosas en clave de sumisión. Se ha dado un cruce explosivo entre el mito del amor romántico y la disponibilidad sexual. El primero es el que ha funcionado siempre en el patriarcado: la mujer sacrificando su vida al amor. La disponibilidad sexual ha sido la perversión intencionada de la liberación sexual que trajo el feminismo. La primera desemboca en la sumisión; la segunda, en la libertad.
En realidad es la misma actitud del síndrome de Estocolmo la que hace que las chicas occidentales se operen la glándulas mamarias, pierdan la virginidad por obligación, dejen que sus novios les controlen el móvil o se empeñen en la talla 36, a la que haría que aceptaran el velo, el encierro en la casa o los embarazos continuos si estas chicas se enamoraran de un musulmán ortodoxo. Lo he visto con mis propios ojos en la Universidad. La situación es muy grave, y no me cabe duda de que esta tendencia psicológica está siendo provocada, ya que la revolución feminista estaba siendo la más peligrosa de la historia. Pero si el feminismo es sustituido por 'políticas de igualdad', y la liberación sexual desactivada por la disponibilidad, pasa lo que pasa.