30.9.06

OPERACIÓN LISÍSTRATA

Las chicas de Pererira, en Colombia, tal vez no sepan que su original campaña ya existía literariamente hace unos veinticuatro siglos nada menos. Que lástima que haya tenido que pasar tanto tiempo para que a las mujeres se nos ocurriera llevar el mismo argumento a la realidad.
Verán, Aristófanes utilizó el tema de la violencia masculina para hacer una comedia, “Lisístrata”, a fin de ridiculizar a los griegos, siempre enzarzados en sus guerras y guerritas de nunca acabar, que tenían a las helenas hasta los tirantes del peplo. A Lisístrata se le ocurrió una estratagema de lo más eficaz para obligar a los hombres a vivir en paz. Se reunió con las mujeres de Atenas, Esparta, Corinto y Beocia para convencerlas de que se negaran a satisfacer a sus maridos y amantes sexualmente hasta que no renunciaran a sus aficiones bélicas. Lo consiguió, pero en más de una ocasión vio peligrar su campaña de resistencia porque muchas mujeres se derretían a la primera carantoña. Finalmente, los griegos dejaron de hacer la guerra y comenzaron a hacer el amor en la paz acogedora del tálamo. En la ficción, claro.
Recientemente, más de 100 mujeres de la Pereira colombiana decidieron hacer lo mismo que Lisístrata y sus compañeras. La ciudad, de 450.000 habitantes, tiene más de treinta pandillas cuyo juego preferido es matarse por las calles, en la noche, a la luz del día, laborables y feriados, da igual: es ya una inercia, una costumbre, un “modus vivendi”. Cada año se registran casi quinientos asesinatos, lo cual le da a la ciudad un colorido subidito de tono. Y a la vida de las mujeres y sus hijos una inseguridad y una angustia innecesarias, absurdas, crueles. ¡Mira que traer un hijo al mundo, con lo que cuesta, para que te salga así de gilipollas!
La Lisístrata de Pereira se llama Omaira, una rapera que incita al resto de las mujeres a sumarse a la huelga de “piernas cruzadas”, con la que confían que los machitos opten por el amor en lugar de por la guerra. Ojalá lo consigan, pero a esta huelga yo le añadiría la de “brazos caídos”, para que les haga la cena Rita, y la de “úteros vacíos” hasta que el “homo-homo” controle su estúpida violencia, sus delirios prepotentes, su terrible complejo por no haber sido mujer, dadora de vida. Tal vez esta afirmación sea muy arriesgada por mi parte, pero ¿qué les pasa entonces? Los varones evolucionados, cada vez más, comienzan a sentir vergüenza de su género. Cuando esta vergüenza de género se imponga a la violencia contra el otro género empezarán a cambiar las cosas. Seguro. Gracias, mujeres de Pereira.
CASANDRA