8.4.06

MARBELLA COMO METÁFORA

MARBELLA COMO METÁFORA

No creo que nadie en este país nuestro se haya rasgado las vestiduras por lo que está ocurriendo en Marbella, pues algo similar debe de estar pasando en su propio pueblo o en el de al lado. Ojalá que muchos jueces como el de Marbella se metan a fondo en esas fétidas cloacas de los ayuntamientos, comunidades y otras entidades administrativas, que no administran más que sus sucios negocios. Y hasta tal punto está generalizada semejante situación, que nos admiramos cuando la gestión de algún territorio es limpia, ejemplar, a favor del medioambiente, de la estética, de la calidad de vida: de la ciudadanía al cabo. La conclusión adecuada no debería ser que la política sea una porquería, que la democracia no da para más y que lo mejor es vivir la propia vida de espaldas a los intereses colectivos. Algunos encuestados añaden que si ellos pudieran robar, también lo harían, dando por sentado que los políticos lo hacen. La mafia del ladrillo va a terminar con cualquier dignidad y ética política, con cualquier deseo de seguir viviendo en este sucio y cementado país.
No puedo entender cómo entre los programas feministas no entra el combatir estos malos tratos contra la Naturaleza, la belleza, el silencio, las aguas cristalinas, el aire puro o la vida sosegada. Aquí no pasa como en la India que nos relata Vandana Shiva, en que las mujeres se abrazaron a árboles centenarios para dejarse matar antes de que estos fueran talados. Que nuestro paisaje, a lo largo y ancho de la Península y de las islas, sea un paisaje de grúas, hormigoneras, polvo, nichos pareados, montes y playas acosados, vías atascadas y ruidos sin límite no indica más que una decadencia ética y estética que nos arrastra hacia un punto sin retorno. ¿Qué retorno puede haber en el circo marbellí donde los domadores de fieras hacen su agosto durante lustros y lustros, mezclando los retretes con los cuadros de Miró, los picassos con las jirafas, los faralaes con el bastón de mando, los rolls con los tigres de Bengala, el poder municipal con el blanqueo masivo de dinero negro? ¿Hacia dónde han estado mirando nuestros políticos? ¿Tan poca confianza tienen en la posibilidad de crecimiento, de industria, de trabajo, de creatividad, de investigación de los españoles como para confiarlo todo a estos depredadores mafiosos de la construcción y de la gerencia de urbanismo, el pastel que todos quieren?
En el caso que nos ocupa, estoy con Alain Badiou cuando afirma que el siglo XX no ha sido el siglo de la revolución, sino el siglo de los partidos, incluidos los partidos revolucionarios, que han subordinado la revolución al propio partido. Por tanto, lo que está en crisis en los comienzos de nuestro siglo XXI, no es la política, no es la idea de una política de emancipación lo que está en crisis, sino la idea y estructura misma de partido. De lo contrario, no se entiende que se esté destruyendo un país de pueblo en pueblo y todos los partidos intenten sacar tajada de esta decadencia.
Me interesa y me inquieta mucho más nuestra destrucción colectiva que si Catalunya es una nación o no lo es, que si el País Vasco quiere ser soberanista o españolista. Lo que me horrorizan son esos partidos conservadores que no conservan nada salvo sus rancios principios, y esos partidos de izquierda que confunden el desarrollo con el desarrollismo, justificando los medios por los fines de su propia financiación. Estoy convencida de que en el Gobierno central existe otra sensibilidad respecto al asunto, pero que no pueden atar en corto a sus garrulos y miopes alcaldes que galopan a lomos del jinete apocalíptico del ladrillo. Desde aquí lanzo mi grito ahogado en favor de la ciudadanía, y en contra igualmente de una ciudadanía abúlica que deja hacer y se hipoteca e hipoteca nuestro futuro colectivo.
Creo que si la Modernidad ha sido la era de los derechos, y la Postmodernidad, de los deseos, nuestra actual Transmodernidad tendría que tomarse muy en serio una profunda responsabilidad respecto a nuestros deberes colectivos e individuales. Marbella constituye una gran metáfora de nuestra situación política, aquella que abunda en el “Retablo de las maravillas” cervantino, en el que el pueblo no reacciona ante las mentiras y los espejismos; que sigue haciendo el papel de palmero ante aquella “Corte de los milagros” de Valle-Inclán: “Capilla con señores obispos y cantantes de Ópera. Besamanos y parada. Banquete de gala y rigodón diplomático. Todo el lucido y barroco ceremonial de la Corte de España”. Nosotros…, con el botellón, la liga, la Fórmula 1 y la salsa rosa parece que tenemos bastante para entretenernos. Los partidos, en una crisis profundísima que no sé si quieren resolver: me temo lo peor cuando para las próximas elecciones en Marbella ya se estén proponiendo candidaturas para regir la alcaldía con la pasión del que vislumbra suculentos negocios a la vista. ¡SOCORRO!
CASANDRA