No me gusta personalizar, pero en
este caso poner nombres es inevitable porque la trágica deriva del pasado siglo
XX se saldó con juicios a los culpables con nombres y apellidos en Nuremberg,
en Jerusalén años más tarde al nazi huido a la Argentina, Karl Adolf Eichmann,
o en los más recientes, a los líderes carniceros de la guerra de la ex Yugoslavia.
Pero ahora, con la experiencia histórica, no tendríamos que aguardar a un
futuro que condenara a los culpables de esta crisis, cuyo devenir puede ser tan
negro o más que los horrores vividos por nuestros padres y abuelos en Europa.
La actualidad del film de Margarethe
von Trotta sobre Hannah Arendt me
sirve de argumento para lo que aquí quiero expresar. La filósofa judio-alemana asistió
al juicio en Jerusalén del nazi Karl Adolf Eichmann para enviar sus reportajes
al New Yorker. La compilación de todos aquellos artículos la podemos leer en
‘Eichmann en Jerusalén o un estudio sobre la banalidad del mal’. Su tesis
fundamental es que aquel oscuro funcionario de las SS –que ‘gestionó’ la
deportación de cinco millones de judíos a los campos de concentración alemanes
durante la Segunda Guerra- no era tanto un monstruo asesino como el típico
burócrata afanoso y obediente que, según él, “nunca había tenido nada contra
los judíos”. Su entusiasmo por la “solución final” estaba alentada por aquella
locura colectiva de los seguidores de Hitler: “En su vida monótona, vacía de
sentido, desprovista de importancia, había soplado el viento de la Historia”,
escribía Arendt. Sus alegaciones siempre se remitían a que obedecía órdenes y,
por tanto, no se sentía responsable. Él sólo cumplía con su deber.
Sin intención alguna de comparar a un
personaje con otro en su dimensión humana, el perfil de Rajoy me recuerda en la
misma actitud de obedecer normas. La diferencia es que este personaje, igual de
oscuro y mediocre, es Presidente de un gobierno que está deportando a millones de ciudadanos al paro, a la miseria, a la
ignorancia, a la emigración y a la enfermedad. Él nunca ha matado a nadie con
sus propias manos, como Eichmann. Y cuando la Historia quiera juzgarlo, él
responderá, igual que el nazi, que obedecía a Merkel, al BCE, a la Comisión
Europea. Si es así ¿por qué no dimite? ¿Qué pinta él en semejante cargo? Claro
que la actitud de nuestro Gobierno no es sólo la de cumplir normas por
cumplirlas. Aún recuerdo una declaración de Gallardón que decía: “No hacemos
todo esto por obligación, sino porque estamos de acuerdo”. Se refería a los
recortes y al desmantelamiento de lo público. Yo diría que están felices de
tener una disculpa poderosa.
Estamos rodeados de tragedias humanas
o nos golpean ya de lleno, pero no importa. Ana Botella, que vende el “relaxing
cup” hacia el exterior, acaba de soltar que “hay que cumplir la ley aunque
suponga un auténtico drama para las personas”, también igual que Eichmann, pero
más banal si cabe. ¿A qué leyes se refiere? ¿A las que ellos confeccionan para
salvar al capital caiga quien caiga? ¿A las leyes que están dispuestos a
cambiar para el carísimo ‘puticlub’ de Sheldon Adelson con disfraz de casino?
Los intereses que pagamos por el
rescate de los bancos expoliados por sus directivos ascienden ya al presupuesto
para todos los ministerios. ¿Por qué no se niegan a pagar como lo hicieron
algunos gobiernos latinoamericanos cuando les tendieron la misma trampa? ¿Por
qué no inhabilitamos a políticos cuyo máximo interés es privatizar lo público,
que constituye una contradicción en los términos? ¿Qué hace ahí una Mato, cuyos
obedientes afanes consisten en desmantelar el sistema público de salud y
arruinar o matar a los enfermos crónicos, a desahuciar a los sin papeles? ¿Qué
significa la banalidad de un Wert que parece divertirse con la liquidación de
la investigación, la subida de tasas universitarias, la restricción dramática
de becas o la eliminación de las ayudas de comedor o de libros?
¿Y qué me dicen de un Gallardón
–príncipe de las tinieblas, como lo definió Llamazares- impidiendo con sus
tasas el acceso a la justicia de los más pobres, catapultándonos a la caverna
en lo referente al aborto o a una custodia compartida sin discernimiento entre
padres y padres? ¿O un Cañete liberando nuestras costas a la depredación
inmobiliaria mientras sabemos que el nivel de los mares puede subir casi un
metro de aquí a fin de siglo? ¿Qué malsana intención anida en la aniquilación
de las energías alternativas cuando éramos líderes en esas tecnologías?
El zorro no puede estar guardando las
gallinas. Y Rajoy es un zorro en el gallinero. No tanto por su banalidad, como por la maldad que supone su banalidad, su
falta de visión de futuro y presente, su idiota obediencia a los grandes, su
abandono de la ciudadanía y sus mentiras, sus clamorosas mentiras. Hay que
montar un Nuremberg ya, un Nuremberg
simbólico, ahora mismo, antes de que la situación sea irreversible. Toda la
ciudadanía deberíamos participar en ese macrojuicio como acusación particular y
testigos de cargo.
2 comentarios:
Gracias por esta magnífica reflexión. Hay comparaciones que no son odiosas sino necesarias.
GRACIAS A TI POR TU RECONOCIMIENTO.
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