Tras el
funesto accidente de Santiago de Compostela, el Presidente de Galicia ha
soltado algo así como que en los momentos trágicos se comprueba la grandeza de
un pueblo. Ya. De acuerdo, pero más vale que se calle. Al instante mismo de
descarrilar el tren, fueron los vecinos de la aldea de Angrois los que
acudieron a colaborar con las víctimas. Inmediatamente aparecieron ambulancias,
helicópteros, policía, bomberos, que estaban en huelga, pero que se olvidaron
de ella. Inmediatamente los hospitales se llenaron de personal sanitario que
acudió sin ser llamado. Daba igual que estuvieran de vacaciones, a cientos de
kilómetros, o bien, de paso por Galicia. Fue increíble. Igual sucedió con los
psicólogos voluntarios o los forenses. Y no digamos con la ciudadanía, que
acudió en masa a donar sangre, sobre todo los jóvenes. Vinieron hasta de
Extremadura, a 1.200 kilómetros de distancia. Me emocionó comprobar cómo el ser
humano no es un lobo para el otro (Hobbes), ni que la evolución se deba al
triunfo del más fuerte (Darwin/Huxley) o que lo más eficaz sea nuestro ‘gen
egoísta’ (Hawkins). Existe un VÍNCULO secreto entre todo el género humano que
es el que nos ha hecho sobrevivir. Son algunos tarados –que normalmente se
hacen con el poder- los que se empeñan en destruir este vínculo porque les hace
más poderosos y menos humanos, pos supuesto.
Pues sí, señor Presidente de Galicia y
de España, la atención tan eficaz, tan generosa, tan solidaria y tan emocionante
ha sido posible por lo que queda de nuestros servicios públicos, los que hemos levantado durante cuarenta
años. Esas son las gentes que han hecho posible esa PROFESIONALIDAD SOLIDARIA
tan fuerte, tan potente, tan ejemplar, tan humana.
Hoy, antes de dos días después de este
horror y de esta hazaña ciudadana y de los servicios públicos, se reúne el
Consejo de Ministros para seguir privatizando y desmantelando lo nuestro, LO
PÚBLICO. Lo siento, pero no nos merecen. No están a la altura: ¡VÁYANSE!
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