24.11.06

SEMÁNTICA DE LA VIOLENCIA

SEMÁNTICA DE LA VIOLENCIA

Estoy observando estos días el uso de diversas fórmulas para expresar el hecho de la violencia contra las mujeres, lo cual me tienen hecha un lío. Por eso me he puesto a pensar en ello, para aclararme a mí misma.

Antes de entrar en cuestiones semánticas, tendremos que remontarnos a los hechos en sí, a las estructuras, a ciertos orígenes. Y creo que no se puede entender un fenómeno tan reincidente, universalizado y casi atemporal si no comprendemos que nuestra “civilización”, no sólo nuestra cultura, es una civilización violenta porque se ha establecido sobre relaciones de dominio, y el dominio no se impone si no es con violencia. Nuestra civilización universal es una civilización patriarcal, asentada sobre tres principios violentos:
El sometimiento forzado de las mujeres a los hombres, creando en ellas personalidades sumisas y complacientes.
El dominio y explotación de la Naturaleza más allá de cualquier consideración de equilibrio, sostenibilidad o calidad de vida.
El imperativo implícito de solucionar los conflictos a través de la guerra: guerras frías o calientes, de baja o alta intensidad, pero guerras.

Este modelo ha ido creando diversas materializaciones de explotación humana y económica: esclavismo, feudalismo, capitalismo, comunismo…., siempre atravesados por una misoginia comprobable. Diría sexismo, pero el sexismo se puede considerar en ambas direcciones. “Misoginia”, en realidad, significa miedo a lo femenino, el cual parece que se traduce en odio irracional.

Si llamamos “violencia de género” al fenómeno asesino al que me refiero, caemos sin duda en una falta de concordancia, ya que “violencia” se refiere a la violencia masculina, y cuando decimos “género” nos referimos al género femenino: ¿qué pinta ahí el “de”? ¿Queremos decir “violencia del género masculino” o “violencia contra el género femenino”? No está resuelto en absoluto. En la primera acepción significaría “violencia machista”, y en la segunda, “la violencia que padecen las mujeres”, pero las mujeres podemos padecer violencias de todo tipo, desde laboral a fiscal, o por ser palestinas y no por ser mujeres. Mejor que violencia de género, yo diría “violencia machista”, porque el maltratador no puede ser entendido más que como macho. Si decimos “violencia masculina” podríamos referirnos a otro tipo de violencia ejercida por los varones, como la guerra contra otros hombres. El término de género complica cualquier definición.

Así, pues, yo llamaría “violencia patriarcal” a todo el conjunto de violencias estructurales de nuestra civilización. “Violencia machista” sería la violencia contra la mujer por parte del hombre-macho, originada por sus frustraciones, sus neurosis, su cobardía, su embrutecimiento, su pretendida superioridad, su complejo de inferioridad o por su estupidez, simplemente. Y dejaría el nombre de “sexismo” para la violencia contra los varones o contra las mujeres por el hecho de serlo.

Otro día escribiré sobre la “violencia simbólica”, que es la más peligrosa por sibilina.
CASANDRA

14.11.06

LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES

Señor Zapatero, señor Presidente, ¡en qué lío nos va a meter! Ya sé que lo tachan de ingenuo y cándido con esa vaina de la “alianza de civilizaciones”, pero a mí no me parece ninguna ingenuidad. A mí lo que me parece es una bomba. Que ¿por qué? Porque ya tenemos bastante con una como para aliarnos con alguna otra. Sí, que ya tenemos suficiente con una civilización como la nuestra para reforzarla con las ajenas.

Pareciera que a nuestro Presidente eso de las civilizaciones le parece algo estupendo, ya que civilización se le antoja como lo contrario de salvajismo, de enfrentamientos, de guerras, de irracionalidad. Pero no es así, con todos mis respetos. Es verdad que civilización viene de “civitas”, que significa ciudad y ciudadano, y eso de ciudadano parece un magnífico logro histórico reivindicado por la Ilustración y la Revolución Francesa, aunque la realidad sea muy otra. Es que cuando una es una mujer, eso de las civilizaciones se ve de modo muy distinto. Entre otras cosas porque Olimpia de Gouges fue decapitada en la guillotina por querer proclamar los derechos de las mujeres y de las ciudadanas. Claro que la categoría de ciudadanía no era un mero nominalismo, sino que implicaba el derecho de propiedad y el derecho a recibir instrucción. Ah, pillines, lo que no queríais era compartir la propiedad ni la competencia en el saber. Lo de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la ciudadanía era sólo para los socios del club.

¿Cuál es nuestra civilización tan estupenda? ¿La civilización cristiana? Es decir, ¿esa que no tiene nada que ver con las enseñanzas del Cristo? La civilización de la Inquisición, del papado corrupto, de los clérigos corruptores, del oscurantismo del pecado, de la colonización depredadora, de la fe del carbonero y el secuestro de las conciencias. O bien, la civilización que ha redactado la Declaración de los Derechos Humanos pero no los cumple; la civilización que admite las guerras de sangre por petróleo; la que mira para otro lado en las masacres de Israel contra los palestinos…. ¿Y cuál es esa otra civilización tan maja de la que hay que ser amigos? ¿La de la “shariá”, que apedrea a las adúlteras? ¿la que mantiene secuestradas a las mujeres como propiedad de sus virtuales o reales maridos? ¿La religión que declara la guerra santa por unas caricaturas de Mahoma? ¡Venga ya! Déjeme de civilizaciones, señor Zapatero, que soy una mujer.

Para que a las mujeres se nos pongan los pelos de punta con esto de la alianza de civilizaciones, les recomiendo encarecidamente la lectura del libro “La España convertida al Islam” de Rosa M. Rodríguez Magda: no tiene desperdicio. Y a nuestro Presidente le diría que no debemos aliar semejantes civilizaciones, que la única alianza deseable es entre los civilizados y civilizadas. Las civilizadas y civilizados de diversos pueblos y naciones tendrían que llegar a un acuerdo más allá de sus propias civilizaciones, es decir, superando semejantes civilizaciones vergonzosamente patriarcales. Podrían llegar a una alianza siempre laica, feminista, ecologista, pacifista y, sobre todo, lúdica e inteligente. Otras alianzas más vale olvidarlas.

Yo no me alío con nadie para tener que autocensurarme, para tener que callarme ante los horrores propios o ajenos. Vaya, que no, que no me alío, que soy una mujer. Que no cuela. Por cierto ¿nos tendremos también que aliar con Obiang, que llega mañana a España y mantiene a su pueblo en una miseria abyecta mientras su familia vive en la opulencia más obscena? ¿Se va a aliar con Obiang, señor Presidente, para que los empresarios españoles puedan ir a esquilmar sin cortapisas la antigua Guinea española? ¡Qué majos estos empresarios! ¿Con quién están ellos aliados? ¿Con el capital, tal vez?
CASANDRA

9.11.06

COSAS DE LA POLÍTICA

No creo que esto pueda durar indefinidamente. Es tan absurdo, que la ciudadanía un poco espabilada ya se ha dado cuenta y no creo que siga resignándose mucho más tiempo. Durante varios lustros, le han estado tocando las narices, pero cuando bajan al bolsillo la cosa se pone muy, pero que muy fea. Y ahora lo del bolsillo es descarado. En todas partes y todos los días nos sobresaltan noticias sobre la corrupción de los políticos, saqueos a manos llenas mientras la gente corriente hipoteca su nómina y su vida por unos metros cuadrados de ladrillo y cemento. ¡Desesperante!
Lo “más peor” es que incluso los políticos que no son corruptos, que serán sin duda una mayoría, andan en unas milongas que me tienen pasmada. Están todo el santo día en “sus” cosas, “cosas de la política”, es decir, intereses enanos de los propios partidos que nos importan un bledo, posiciones personales en el “aparato”, posibilidades inmediatas de trepar, de aparentar, de salir en todas las fotos. Siempre ha sido igual, sí, pero la puesta en escena de las iras de la derecha actual nos ilustran claramente sobre la calidad personal mínima de esos seres que odian, vociferan, abuchean, insultan, patalean, tartamudean, tiemblan, maquinan y acaban exhaustos en el intento de socavar el poder. El único problema es que no lo tienen. ¿Por qué no se van a “Marina D’Or, ciudad de vacaciones” hasta el final de la legislatura? ¡Sería tan relajante! Es patético contemplar cómo los políticos desean el poder como un fin último, como el sentido de su vida, compulsiva e indecentemente. Cosas de la política, sí, pero estamos ya muy hartas de esas cosas de la política y sólo nos interesa una política de las cosas, de las gentes.
Así como me parece vergonzosa la patética pataleta de la derecha en nuestros lares, me abochorna el espectáculo de cierta izquierda revolucionaria al otro lado del charco. Me refiero a Daniel Ortega y otros sandinistas reconvertidos de Nicaragua. Este guerrillero de pro, que confiscó la casa de un banquero, alto mando de la “contra”, para vivir él mismo en la mansión incautada, anda erre que erre merodeando un poder que finalmente ha conseguido. Lo curioso es que aquel banquero es ahora el número dos del Frente Sandinista de Liberación Nacional sin que se le despeine el flequillo, por más que su jefe siga viviendo en su casa incautada para la “causa”. El tal Ortega, el revolucionario, con tal de llegar al poder ha pactado con la Iglesia católica no legalizar el aborto ni en caso de peligro de muerte de la madre. Eso, por lo visto, le da votos entre la derecha. Me encuentro también con el titular “Ortega intenta tranquilizar a los inversores en Nicaragua”, pero en absoluto intenta tranquilizar a las mujeres, sino ignorarlas una vez más. Se han convertido en moneda de cambio de bendiciones episcopales. Ellas, que tan generosamente participaron en la revolución de los 80’; ellas, las “nicas”, que soñaban con integrar sus postulados feministas en el mundo nuevo de la revolución; ellas, tan ingenuas como luchadoras. Recuerdo haber tenido profundas conversaciones con ellas, porque mi empeño era en convencerlas de que tenían que hacer el análisis desde el patriarcado y no sólo desde el esquema de lucha de clases, que no es más que una variante de ese patriarcado. Es lo mismo que la regulación o la abolición de la prostitución. Si la analizas desde un esquema de “sociedad de clases”, se considera a las prostitutas como trabajadoras del sexo, que deben tener sus derechos regulados y legislados. Si lo analizas como un subproducto de la sociedad patriarcal, no puedes más que verlo como una esclavitud que debe ser abolida.

¿Qué si no me alegra que gane Ortega frente al empresario amigo de “yankilandia”, Eduardo Montealegre? Pues…. ¡qué quieres que te diga! Lo que me resulta trágico es tener que elegir “democráticamente” entre málaga y malagón: cosas de la política. Es decir, cosas de los intereses personalísimos de los políticos. Cosas de una democracia que se nos ha quedado más pequeña que el traje de la primera comunión.
CASANDRA