Tendremos que concluir que ‘el eterno retorno’ de Nietzsche tenía su parte de razón. Y al igual que en mi último blog ponía de manifiesto las similitudes que llevaron a los franceses a hacer su Revolución de 1789, tomar la Bastilla y desalojar Versalles, también creo que las reformas actuales en Europa responden a un espíritu similar al que llevó al Papado a la oscurantista y cruenta aventura de la Contrarreforma entre 1560 y el fin de la Guerra de los Treinta Años en 1648.
El Papado hoy en Europa es el Capital financiero de bancos y corporaciones, que tiene como adalides a la mayoría de los gobiernos conservadores del Continente. La Contrarreforma eclesiástica tenía como finalidad combatir la rebeldía luterana que se había enfrentado a una Iglesia corrompida con sus propuestas de libre interpretación de los textos sagrados y su independencia de Roma entre otras. ¿Y quiénes serían hoy los luteranos o protestantes? Sin duda que todas las fuerzas democráticas que desde la Segunda Guerra habían conseguido derechos y libertades para la ciudadanía como jamás antes se habían logrado. Tanto los sindicatos como los movimientos estudiantiles, las feministas, las fuerzas políticas progresistas, los pacifistas, los movimientos sociales, los ecologistas y el movimiento obrero en general.
La Contrarreforma de hoy comienza con una Crisis provocada, que no terminará hasta que consigan llevarnos al punto cero del sometimiento y la penuria. Cuando los trabajadores pierdan sus derechos conquistados, cuando todo lo público sea privatizado, cuando la educación y la sanidad sean un lujo sólo para potentados, cuando la democracia sea un simple eufemismo, nos anunciarán a bombo y platillo que la Crisis ha terminado. Al igual que en aquel tiempo, después de una guerra de treinta años en la que se reconquistaron las dos terceras partes de Europa para Roma, sometidas al Papado, ahora terminarán su Contrarreforma cuando nuestros derechos sean abolidos.
Un elemento importante de aquella Contrarreforma fue la comprometida intervención de la España Imperial, de la Católica España en el triunfo definitivo del Papado. Los Tercios de Flandes y las nuevas órdenes religiosas constituyeron la punta de lanza de la regresión europea. Aquella Contrarreforma introdujo un ambiente oscurantista y policíaco que en España ha sobrevivido de modo tanto folklórico como real. El culto exuberante a santos y vírgenes, el nacimiento de cofradías y hermandades, el control de los individuos a través de la confesión, el índice de libros prohibidos, las múltiples fundaciones de órdenes religiosas, la conversión a machamartillo de los indios de la América hispana, la caza de brujas, el dispendio del barroco… en fin, una serie de elementos que han pasado a formar parte de nuestra idiosincrasia política y popular. También la Contrarreforma nos regaló la lucha contra la Ciencia y la condena de Galileo.
Pues bien, el Gobierno actual del PP sigue al pie de la letra un programa contrarreformista, que nada tiene que ver con nuestra superación de la Crisis, sino que se vale de ésta como disculpa recurrente de lo que constituye su verdadera ideología. Quiere una España similar a la de los caciques y terratenientes con muchos vasallos a su servicio que no necesitan de una educación profesional más allá de lo básico para emplearse en los supercasinos mafiosos; quieren unos súbditos sometidos con leyes que condenan las manifestaciones o la resistencia pasiva; quieren una justicia para quien la pueda pagar y no para quien la necesite; quieren unas corporaciones poderosas que impongan trabajo esclavo; una educación confesional, unas mujeres sumisas a los hombres y a su anatomía, unos políticos vendidos y comparsas, unos sindicatos desactivados y una población temerosa y dócil a sus mandatos. No necesitan ningún Ptolomeo, ningún Galileo que haga avanzar la Ciencia y combatir la barbarie.
Y aquellos que no quieran someterse, aquellos que no tengan cabida en esta sociedad injusta, aquellos que quieran una vida más digna –al igual que entonces- tendrán que enrolarse en los barcos que navegan hacia Eldorado. Allí morirán o triunfarán, da igual, porque aquí sobran.
Lo terrible es que la Historia se repite. Nuestros ‘demonios familiares’ nunca se fueron del todo. Se escondían agazapados esperando su hora.